Se plantea la cuestión del exceso de burocratización que supone enviar a un trabajador español al extranjero. Se habla de la no pérdida de derechos adquiridos en España durante su carrera laboral, el problema que presenta el mercado español en cuanto a la temporalidad, el problema de movilidad por la pérdida de antigüedad y la gestión de las pensiones. La imitación del modelo austriaco traería ventajas para la empresa, en cuánto a conocer los costes que le supondrían mandar a un trabajador al extranjero, para así poder garantizar la movilidad nacional e internacional.
Si bien es cierto, estamos ante un problema complejo de abordar. Expatriar a una persona, no supone solamente conocer los aspectos anteriormente mencionados, sino, identificar y analizar al país que va ese trabajador, y las consecuencias personales que pueda suponerle. El hecho de expatriar a trabajadores supone, un crecimiento empresarial enorme. Que esa persona pueda aplicar el conocimiento de la empresa en otro país, es un potencial que debe aprovecharse al máximo, siempre y cuando haya acuerdo. Pero también supone un problema; cuando no corran buenos tiempos económicos, despedir a un trabajador expatriado, supone un altísimo coste, que se debe tener en cuenta y analizar, para que la empresa no se vea afectada.
Se trata de un asunto complejo. Expatriar a una persona, que supone abandonar su nido familiar, abordando costumbres y realidades de un país ajeno, no es tarea sencilla. Pero el problema está en solucionar los conflictos del mercado español, en cuanto a unificar y hacer más sencillas las gestiones.
Fernando Luque Martínez (DTA)
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