sábado, 2 de diciembre de 2017

¿Nos lo podemos permitir?
RESUMEN:

El ingreso mínimo es caro, pero si la sociedad española aspira a un mínimo de justicia no puede dejar a millones de personas en la marginalidad social. En pocos días, el Congreso de los Diputados constituirá formalmente la ponencia encargada de redactar la ley que ha de establecer un Ingreso Mínimo para parados sin recursos en nuestro país. Como era de esperar, casi inmediatamente se han alzado las voces que llaman a la “responsabilidad” del legislador, porque “algo así no nos lo podemos permitir”.

CLAVES JURÍDICO LABORALES:

Se trata de una iniciativa legislativa popular, llegada al Congreso gracias al esfuerzo y la esperanza de más de 700.000 firmantes. Sus promotores fueron los sindicatos UGT y CCOO, legítimos representantes de los trabajadores españoles. Esta iniciativa legislativa popular interpela a los poderes públicos para cumplir una obligación moral antes que política: la de luchar efectivamente contra la pobreza y proveer a nuestros semejantes de los medios necesarios para vivir con dignidad.

VALORACIÓN PERSONAL: 

Me parece una buena medida la iniciada por estos sindicatos, ya que mientras las empresas multiplican los beneficios las tasas de paro son cada vez mayores.  Más de la mitad de 3.7 millones de personas que están en paro no reciben prestación pública alguna.  Los hogares españoles con todos sus miembros en paro superan los 1.2 millones, y más de 1 de cada 5 españoles supera el umbral de la pobreza. Y esto supone un problema grave para unas sociedades que tradicionalmente han vinculado renta con empleo y ayudas públicas con situaciones temporales de desempleo. Si las economías de mercado no son capaces de reducir las tasas de paro, y en tanto no cambiamos el paradigma económico en favor del reparto de los tiempos de trabajo o el fomento de nuevas actividades intensivas en mano de obra, parece razonable generalizar prestaciones de ingresos mínimos como la que nos ocupa. Si la ayuda se establece como una nueva prestación no contributiva a cargo de la Seguridad Social, financiada con los presupuestos del Estado, pero gestionada por las Comunidades Autónomas, salvaremos las dificultades competenciales. Si acordamos un calendario de aplicación progresiva, sortearemos también los inconvenientes presupuestarios. Si vinculamos bien la prestación con el marco global de las políticas activas y pasivas de empleo, así como con las rentas autonómicas de inserción, el conjunto podría resultar armonioso y eficaz.  Estas ayudas supondrían alrededor de unos 6 a 12 millones de euros que si comparamos con los 40 millones de rescate a la Banca, o con los otros 40 millones de euros de dinero negro lavado en la amnistía fiscal de Montoro podríamos preguntarnos qué ¿Cómo de cara resulta la pobreza?


AUTORÍA: JUANA PONCE LANZAS (DTB)

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